Por: Karla Doig Alvear
La storyteller mexicana, periodista, escritora, cronista y conductora Cristina Pacheco ha fallecido inesperadamente. Su partida deja un profundo vacío, pero también un valioso legado. Cristina fue una mujer excepcional, con un corazón de oro, que comenzó a escribir bajo un seudónimo masculino en una época complicada para las mujeres. Con valentía, se aventuró en una larga y honesta carrera profesional, dejándonos como herencia el arte de saber escuchar a las personas sin importar su clase social, especialmente en momentos críticos de la sociedad mexicana.
A los 5 años, Cristina llegó a la bulliciosa Ciudad de México, en donde decidió darle vida a su vocación de escritora. Sin embargo, su camino la llevó más lejos al percibir la soledad que se escondía entre la multitud, como ella misma expresó: “He aprendido algo y duro, la soledad de las personas es tan grande a veces aceptan la entrevista como una única posibilidad de conversar. Somos millones de personas en esta ciudad, sin embargo, no nos tocamos, no nos acercamos, no nos dirigimos la palabra”.
Dedicó su vida, contra viento y marea, a darle voz a todas y todos sin importar su clase social. A pesar de las advertencias de que arruinaría el canal televisivo, Cristina estaba consciente de que cada persona tenía una historia, una voz que merecía ser escuchada. Se aventuraba desde los rincones más oscuros de la ciudad para entrevistar a gente de la calle: niñas, niños, mujeres, magos, albañiles hasta grandes personalidades como Chavela Vargas, Jacobo Zabludovsky, Lynn May y Carlos Monsiváis, entre otros. E incluso a los que nadie voltearía a ver más… Cristina relata en una entrevista su preocupación por un niño de 5 años encontrado muerto, del quien nadie reclamó su cuerpo, ella afirmaba en aquel tiempo: “Quiero llenar su historia, quiero escribir que hizo el niño en esos 5 años, rescatarlo, es mi manera de no olvidarlo, de darle sepultura”.
Escuché hace poco esta frase: «Solo los corazones bondadosos pueden llevar al mundo por el rumbo correcto». Cristina me hizo reflexionar sobre la profunda verdad que encierra esta afirmación. Detrás de la habilidad de escuchar a los demás, se encuentra un corazón generoso que tiene la capacidad de entregarse con valentía y serenidad, incluso en medio de las adversidades. Es a través de este acto de bondad que logramos influir positivamente en nuestro entorno, fomentando la compasión, la empatía y la solidaridad.
Cristina logró impactar la vida de miles de personas sin importar su clase social, y su fallecimiento ocurre en un momento crucial de individualismo, polarización y división en nuestra sociedad. Sería beneficioso aplicar el arte de saber escuchar, fomentando la conversación y buscando puntos de encuentro entre las diversas formas de pensar que existen entre la soledad de la multitud. En la actualidad, nos encontramos en una profunda crisis en nuestras relaciones. Las distancias entre las personas se han ampliado, y lamentablemente, los dispositivos que tenemos en nuestras manos a menudo adquieren una relevancia mayor que la propia persona que tenemos frente a nosotros. Vivimos en una época virtual que nos ha desconectado emocionalmente, donde el egoísmo y el individualismo han predominado y las diferencias políticas han polarizado alarmantemente nuestra sociedad. Cristina observaba a un México desesperanzado y afligido, con la población sufriendo y cargando un gran dolor debido a la indiferencia y corrupción. Sin embargo, ella creía en la gente y expresaba que las esperanzas podían renacer. Ahora que Cristina no está, es importante revivir su legado y hacer que su sueño, el renacimiento de la esperanza, cobre vida nuevamente.
Todas y todos los mexicanos somos valiosos y tenemos algo importante que decir. Sin embargo, nos falta escucharnos mutuamente para reconocer y hacer sentir a cada persona su importancia. En eso radica el legado de Cristina: en promover que la gente se sienta importante y valorada.
Sigamos los pasos de esta gran mujer mexicana, aprendiendo el arte de escuchar y también la humildad de callar, para comprender con el corazón lo que la otra persona nos quiere comunicar. Una mujer inspiradora para nuestro querido México. Su historia personal, su destacada trayectoria profesional y, sobre todo, su autenticidad, sencillez y gran corazón me generaron un profundo anhelo de haber tenido la oportunidad de conocerla en persona. Cristina fue una mujer única, admirable y ejemplar. Que su legado viva por siempre en nuestros corazones. Descanse en paz, Cristina Pacheco.
Fuente: debate.com.mx