Por: Josefina Vázquez Mota
Mientras la ayuda gubernamental viene a paso de tortuga, el crimen organizado está operando más rápido que una liebre. El día de ayer un grupo de habitantes de Acapulco daban cuenta de que en sus colonias son las redes del crimen organizado los que se están haciendo cargo de la distribución de los pocos víveres con que cuentan, tomando ya un control total del territorio en estos momentos de tanta desesperación.
Con esto se puede advertir que en unas horas más, será el crimen organizado el que «apoye» a amplios sectores de la población, para después cobrarlo con reclutamiento forzoso, derecho de piso y hasta con su propia vida.
Ante la ausencia de las autoridades antes, durante y después del huracán Otis, para enfrentar la mayor tragedia que han vivido los habitantes de Acapulco y diversos municipios de Guerrero, las familias han pasado del terror a ese shock y desolación que provoca haberlo perdido todo en tan solo unos minutos.
Los sentimientos que hoy prevalecen frente al abandono gubernamental son: el enojo, la desesperación, la impotencia, el temor y la frustración; así como la lucha por la sobrevivencia.
Sin luz, sin agua potable, sin abasto de alimentos y con enormes riesgos sanitarios en lo inmediato, Acapulco y los municipios colindantes, enfrentan no un desastre, sino varios a las vez.
El dolor de la pérdida de vidas humanas, la desesperación por encontrar a quienes se reportan desaparecidos, el vacío de autoridad, el desastre de quedarse sin patrimonio alguno, y sin la posibilidad de recuperar empleos ni empresas en el corto y mediano plazo, nos hace pensar que la tardanza criminal de los tres órdenes de gobierno podría provocar que la recuperación en el largo plazo también se encuentre en riesgo.
A casi una semana del paso del huracán Otis, la lista de desaparecidos como de fallecidos cada día aumentan más. La atención médica y sanitaria es escasa. No hay medicinas, vacunas contra el tetanos, ni campañas de prevención de enfermedades como el cólera, el dengue, tifoidea, hepatitis, entre otras.
Y frente a estas tragedias, el crimen organizado, presente desde hace décadas en Acapulco y Guerrero, consolidará más su poder, toda vez que desde hace décadas funge como gobierno paralelo.
Tal y como lo narra Óscar Balmen en su columna en La Lista, al señalar que «en 2014 cuando el huracán Odile afectó Baja California, decenas de integrantes del cártel de Sinaloa vieron una oportunidad en el caos y ofrecieron sus servicios como recuperadores de bienes robados. Muchos empresarios aceptaron, pero el costo final fue terriblemente alto, pues se les obligó a contratar los servicios de guardia privada al cártel a costos altísimos o sus negocios serían incendiados».
Lo mismo en 2015 con el huracán Patricia, «en donde arruinó más de 3 mil 500 hectáreas de plátano y papaya de campesinos colimenses. El cártel Jalisco Nueva Generación no tardó en aparecer y ofreció préstamos sin aval a los desesperados agricultores. Al año siguiente, los sicarios volvieron a las parcelas a cobrarles intereses superiores a los que pedían los bancos a punta de pistola», recuerda el periodista.
Afortunadamente la Cruz Roja ya pudo accesar a Acapulco y a otros municipios, para hacer entrega de despensas hechas con la aportación ciudadana; mientras que las Fuerzas Armadas comienzan a tomar control de algunas zonas y a ordenar la entrega de víveres.
Contribuyamos con todo lo que podamos, la respuesta de la sociedad civil siempre es fundamental. Nada ni nadie debe frenarla, menos aun, apoderarse de la misma. No permitamos que la parálisis gubernamental detenga ni desanime nuestra generosidad social, la magnitud del desastre requiere del apoyo de cada uno de nosotros. Hoy todas y todos somos Guerrero. Que no sea el crimen el gran benefactor a precio de sangre.
Fuente: eluniversal.com.mx