Forma parte de una visión integral de pacificación del país, cuyo objetivo es atender las causas.
En un hecho sin precedentes, más de 18 mil 750 personas privadas de la libertad, de 29 estados, en 150 en centros penitenciarios, tanto del sistema federal, como estatal, participaron en la Clase Nacional de Boxeo, por la paz y contra las adicciones, un ejercicio masivo que no sólo promovió la actividad física, sino que se convirtió en un poderoso símbolo de inclusión, esperanza y construcción de paz desde los lugares más invisibilizados de nuestra sociedad: las prisiones.
Convocada como parte de la estrategia nacional por la paz impulsada por la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, esta clase tuvo un gran impacto. Hombres y mujeres en condición de reclusión se unieron en una sola causa: demostrar que el deporte es un motor transformador de la reinserción social. Con los guantes puestos y el corazón dispuesto, entrenaron el cuerpo, liberaron la mente y fortalecieron la disciplina, el autocontrol y la esperanza.
El boxeo, con su historia ligada a contextos de lucha, marginalidad y superación, encontró un nuevo escenario para florecer, lejos del estigma y la exclusión. Esta Clase Nacional de Box fue un acto de justicia social, una afirmación de que el deporte también se practica y se vive desde la cárcel. En cada jab, en cada gancho, en cada movimiento sincronizado, se narraron historias de transformación personal, de lucha contra las adicciones, de reconstrucción del tejido social y unión.
Esta iniciativa va mucho más allá de una actividad deportiva. Forma parte de una visión integral de pacificación del país, cuyo objetivo es atender las causas estructurales de la violencia y abrir caminos reales para la rehabilitación. La práctica del boxeo en reclusión permite canalizar emociones, reducir el estrés, mejorar la salud mental y física, y, sobre todo, restituir la dignidad de quienes por diversas razones han perdido su libertad, pero no su humanidad ni su derecho a una segunda oportunidad.
La clase fue también un ejercicio colectivo de inclusión, mediante el cual pudimos mirar lo que ocurre dentro de los muros, rompiendo estereotipos. La cárcel dejó de ser un lugar de encierro para convertirse en un espacio de construcción de paz. Esta actividad se transformó en un puente entre la sociedad y quienes están en proceso de reintegrarse a ella. Una muestra clara de que desde la prisión también se puede construir un México justo y humano.
Desde los sistemas penitenciarios fue, sin duda, un acto inspirador e innovador que nos recuerda que la reinserción social es tarea de todas y todos. Que la paz se construye también desde donde menos lo esperamos. Que el deporte puede ser una herramienta poderosa para combatir las adicciones y resignificar la vida; sin duda, dejó sembrada una semilla de esperanza. Porque el boxeo no solo forma peleadores: forma personas que luchan, que se levantan y que, a través del esfuerzo y la disciplina, reclaman con fuerza su lugar en la sociedad, para que ningún ser humano sea reducido a su error.
Desde la cárcel, sí se construye paz. Desde la cárcel, también se sueña.
Fuente: heraldodemexico.com.mx