La ejemplar batalla legal que emprendió supone un antes y un después en el largo camino de llevar ante la justicia a una jauría que se creyó impune.
El 19 de diciembre, un tribunal francés sancionó la violencia que se ejerce cotidianamente contra las mujeres y reivindicó la larga batalla legal emprendida por Gisèle, el ícono feminista de nuestro tiempo que ha dado un golpe de autoridad moral y valentía frente a la maldad.
Madre de tres hijos, Gisèle vivió durante 50 años con un hombre al que consideraba “un tipo genial” y que, sin saberlo, se transformó en un monstruo que lenta pero persistentemente la había convertido en un objeto sexual al alcance de 72 hombres que durante una década abusaron salvajemente de ella en su propia casa. El caso Pelicot pasará a la historia como ejemplo de lo más retorcido y ruin que un hombre puede hacer contra una mujer.
La ejemplar batalla legal que emprendió supone un antes y un después en el largo camino de llevar ante la justicia a una jauría que se creyó impune. Aunque es lugar común decir que la justicia tarda pero siempre llega, nunca como ahora el axioma es acertado. Serena, lúcida, sencilla, el infierno empezó para ella cuando acudió a la comisaría para conocer la evidencia documental y la videoteca que su ahora exesposo había acumulado en la que aparecía siendo violada por decenas de hombres mientras estaba sedada.
Gisèle logró superar su condición de víctima. Las lecciones de entereza y dignidad que mostró durante el juicio sientan un extraordinario precedente en la lucha de miles de mujeres que han sido agredidas sexualmente y que buscaron castigo, en muchos casos, de manera infructuosa. De acuerdo con la ONU, más de mil 300 millones de mujeres han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, una de cada tres en el mundo.
El monstruo de Aviñón, Dominique Pelicot, ha sido sentenciado a la pena máxima de 20 años por violación agraviada, otras 50 bestias han recibido condenas. Al conocer la sentencia, Gisèle dijo “pienso en las víctimas no reconocidas, cuyas historias permanecen en la sombra. Quiero que sepan que compartimos el mismo combate”.
La manera en cómo la víctima enfrentó el horror (rechazó desde el principio un juicio a puerta cerrada y pidió que se exhibieran videos de los ataques), ha tenido un fuerte impacto social de cómo una mujer puede reaccionar ante semejante agresión y que se ganó el respeto a su firmeza, dejando un valiente precedente.
Gracias Gisèle por darnos fuerza y valor ante el reclamo de justicia ¡Nunca más la vergüenza para las víctimas!
Fuente: heraldodemexico.com.mx