“Llegamos todas”, dijo la primer presidenta de México, y dedicó un amplio y emotivo espacio de su primer mensaje para enlistar a las que abrieron brecha
“Llegamos todas”, dijo la primer presidenta de México, y dedicó un amplio y emotivo espacio de su primer mensaje para enlistar a las que abrieron brecha y a las que la acompañan en este 2024, aunque le faltaron muchas y solo se comprometió a que las mujeres de 60 a 64 años tendrán un apoyo bimestral como un reconocimiento a su trabajo.
Este apoyo es una muy buena noticia, pero ella y todas las mexicanas, merecemos más: sabemos y necesitamos que una mujer tan poderosa como lo es ya Claudia Sheinbaum, responda a la dolorosa realidad de carencias, violencia y falta de oportunidades que viven millones de mexicanas.
Un discurso emotivo que no es suficiente; potenciar a México demanda incluir con hechos a quienes somos más de la mitad de la población. Si en su mensaje ocupamos un espacio relevante, esperamos que sus decisiones durante los próximos seis años, se traduzcan en acciones y presupuestos para una verdadera construcción de igualdad.
Porque si “continuar con el humanismo mexicano, con la cuarta transformación”, como afirmó, es ignorar el desmantelamiento del incipiente sistema de cuidados que teníamos (escuelas de tiempo completo y estancias infantiles, por ejemplo), se cierran las puertas a muchas familias que, jefaturadas por mujeres o no, requieren del apoyo y el acompañamiento del Estado para sacar adelante a sus hijos.
Da escalofrío pensar que en “este segundo piso” de la transformación, tampoco regresarán los recursos destinados a atender los problemas de salud que viven las mexicanas, empezando por todos los tipos de cáncer. O que la impunidad y la falta de prevención para atender los diferentes tipos de violencia que viven las mujeres, se mantendrán ignorados.
La congruencia de Claudia Sheinbaum está a prueba. La llegada de una mujer a la presidencia sí es una conquista histórica de la lucha que hemos dado miles de mexicanas durante décadas, pero lo más importante es qué historia va a escribir esta presidencia, porque si de algo estamos claras hoy las mexicanas, es que no accedemos a nuestros derechos con la misma facilidad que nos mencionan en poemas, canciones, discursos y promesas de campaña.
La presidenta tiene la oportunidad de cerrar el paso a las especulaciones patriarcales que dudan de su fuerza y autonomía. Tiene todo el poder para corregir el rumbo y la gran oportunidad de diferenciarse de un gobierno que fue cruel y omiso con las causas de las mujeres.
Ser mujer no es sinónimo de gobernar mejor, todo depende de la visión y la decisión. Nos definen nuestras causas y sobre todo la congruencia entre lo que decimos y hacemos.
La pobreza tiene rostro de mujer. Y son las mexicanas con mayores carencias, las que siguen buscando a sus hijos e hijas desaparecidos; las que no tienen atención médica preventiva y mucho menos medicamentos o cirugías; las que son madres adolescentes por falta de oportunidades; las que sufren violencia o son asesinadas por el simple hecho de ser mujeres, y las que no pueden desarrollarse laboralmente, porque no tienen quién cuide de sus hijos o de sus adultos mayores.
Nuestro país requiere de una urgente reconciliación, dejar atrás el divisionismo y la polarización. Empezar por apoyar a todas las mujeres, haría una gran diferencia, un país más justo e igualitario y una mejor presidencia.
Fuente: heraldodemexico.com.mx