Reforma al Poder Judicial

Ante la inminente gran Reforma al Poder Judicial, la pregunta es: ¿Resolverá los problemas de injusti- cia en los Estados Unidos Mexicanos? Como ciudadana y abogada he aprendido en palabras sencillas que “en una sociedad no puede haber paz si no hay justicia”. Como en todos lados, donde hay bueno hay mejor, y donde hay malo hay peor, por simples que pudieran resultar las palabras.

Ante el planteamiento inicial de una reforma al Poder Judicial urge acudir a la simplicidad, lo que de ninguna forma quiere decir acudir a lo mal hecho. Como todo procedimiento científico, se necesita de la observación inicial, hasta llegar a las evidencias contundentes. Lo cierto es que, de las calles de la ciudad hasta el más alto tribunal, que no únicamente implica a las autoridades mexicanas, sino a las manifestaciones de organismos internacionales, las evidencias del reclamo ante la ineficiente impartición de justicia en México son un hecho inobjetable. En México hay injusticias inaceptables e inaplazables, se vaya de menos a más o de más a menos, como gusten, el resultado es el mismo desde las resoluciones de Juzgados Mixtos de Paz, Tribunales Locales, Federa- les, Suprema Corte de Justicia, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Corte Penal Internacional, entre muchos más.

México, en materia de justicia, le queda a deber por mucho a la ciudadanía; es decir, alcanzar la paz tan anhelada se ve difícil. Es importante considerar también que tampoco se observa que los costos de reformas y propuestas hayan funcionado, y los costos

se cuentan no sólo en billones de pesos perdidos, sino en un recurso no renovable: el tiempo, basta ahondar en la reforma penal del 2008.

Aumentar el número de ministros en la Suprema Corte de Justicia era necesario, pero también es evidente que, aunque aumentó la burocracia, no arroja una impartición de justicia más eficiente. El problema de la Reforma al Poder Judicial, que ya está aquí, en el que en apariencia se está pidiendo en primera instancia la participación ciudadana, para luego pasar a todos los actores judiciales desde las y los abogados, las barras de abogados, universidades, autoridades y mil etcéteras. Se puede abordar desde muchas ópticas, lo que desde luego manifiesta buenas y malas voluntades y también pésimo tino en erróneas opiniones.

Cualquier persona con un poco de sentido común, ante una operación inminente, así fuera la más igno- rante que puedan ustedes imaginar, únicamente permitiría que la operara una o un doctor, es decir, alguien con conocimientos en medicina. Pregunto yo: ¿Para qué caer en el absurdo de preguntarle a la ciudadanía que sus jueces y magistrados se escojan por voto popular?, cuando se requiere que quienes imparten justicia, al igual que en la medicina, tengan los conocimientos para hacerlo.

Es decir, sí es cierto que hay mucho que resolver en materia de justicia en el país, pero los absurdos, la burla y la mofa, los revanchismos políticos, la búsqueda de proteccionismos, no llevarán a nadie a ningún buen puerto. Por el contrario, se llegará a una puerta conocida y peligrosísima, al “escarnio social”, que ello atiende más a las pasiones humanas que a la anhelada justicia. Nada más peligroso que abrir puertas falsas y engañosas con argumentos falaces, que no suman en nada, que los da quien detenta el poder, pero que en el caso de la justicia carece de razonamientos válidos y atasca al país entre quienes usan al Poder Judicial para revanchas políticas, al legislativo para ocurrencias y al ejecutivo se encierra en un microcosmos alejado de la realidad de la ciudadanía, quien paga costos e injusticias.

Si bien es cierto que los tres poderes en que está constituido el país (ejecutivo, legislativo y judicial) requieren de conexiones, también lo es que necesitan independencia y autonomía. A últimas fechas, esta autonomía no se observa, sino que, por el contrario, se ha pretendido politizarla, cosa delicada, puesto que impacta la estabilidad económica.

Hay problemas en el Poder Judicial sin duda, pero de ninguna manera es aceptable que éstos se exacerben y se imponga el poder en turno con experimentos que en suma disfrazan estrategias políticas que ponen en vilo la seguridad jurídica de la nación mexicana. Confunden todo espectro desde el estudiantado en Derecho, como a la abogacía en su conjunto. Recuerdo haber escuchado en el legislativo, cuando se publica alguna ley, que si no es la mejor, siempre es perfectible. Lo que aplica al caso: el Poder Judicial no es el mejor, pero es perfectible, de ahí a pretender rehacerlo hay una peligrosa diferencia.

Como abogada postulante en materia familiar, más que criticar negativamente, considero que esta disertación debe dar pauta a aportaciones de tal envergadura que permitan mejorar con opciones reales tales como:

● Se necesita replantear la ética profesional de las y los abogados a todos niveles y en todas partes, al igual que a la ciudadanía. La corrupción se da desde ambas posturas.

● Evitar la corrupción en todos niveles, desde quien fomenta el pedir dádivas u ofrecerlas por sacar copias fotostáticas. Hasta los o las Magistrados que invierten en edificios y luego los rentan al mismo Poder Judicial, es decir, impedir el conflicto de intereses.1

● Trabajar en conjunto con la sociedad, el legislativo y el judicial, para evitar la judicialización de las vidas privadas de las personas. Se ha visto saturación en ámbitos de Juzgados Familiares, que ni la mediación resuelve. Que se resuelvan desde la reconstrucción del tejido social. El judicial debe evitar la sobrerregulación del legislativo, que poco estudia el impacto judicial de reformas que son más ocurrencias que transformaciones, que redundan en mejoras de impartición de justicia.

● Evitar el acoso laboral y hostigamiento sexual, con un respeto irrestricto al principio de paridad total.

● Aplicar la ley sin distinción. Quien quebranta la ley debe ser sancionado. Sin embargo, los prime- ros que no han respetado y corrompen este principio son en muchas ocasiones las y los Jueces y Magistrados.

Es aceptable que haya nuevas visiones del país con diferentes reglas. El punto central es que, quienes llegan con nuevas reglas y ofrecen consenso, si no respetan ni los acuerdos ni sus reglas, difícilmente se llegará a un Estado de Derecho. Y termino como empecé, bajo estas circunstancias y muchas más, que a partir de hoy se plantean, vuelvo a preguntar con respecto a la gran Reforma al Poder Judicial ¿Resolverá los problemas de injusticia en los Estados Unidos Mexicanos? Indudablemente no y, así, se seguirá perdiendo un dinero que no se tiene y un tiempo que es oro, juez y verdugo. En la sociedad mexicana, urgida de paz sí, pero primero de justicia.

Fuente: librosyrevistascuej.com

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