Al escuchar la palabra “niñez” lo lógico sería traer a la mente imágenes de risas, juegos, afecto y felicidad brindada por una familia que la proteja, cualquiera que fuera su composición.
Cuando este núcleo social se desintegra y enfrenta problemas legales, de maltrato, negligencia o desamparo, el entorno de los pequeños llega a cambiar por completo al quedar bajo la tutela del Estado, adscritos a casas hogares o albergues, esperando que su estancia sea temporal, misma que puede prolongarse hasta cumplir la mayoría de edad.
Como colectividad sabemos poco de las condiciones en las que ellos habitan, ya sea porque somos indiferentes, porque nos duele ver su realidad y nos negamos a reconocerla, por falta de información sobre los mecanismos de asistencia social existentes, o bien, porque nos influyen nuestras ideas preconcebidas sobre la orfandad como una situación que impedirá la expresión de su potencial.
En México, más de un millón de infantes no cuentan con el cuidado de sus progenitores a causa de diversos factores como la violencia intrafamiliar, la desnutrición, la pobreza, la explotación sexual, el consumo de drogas, la migración, entre otros.
Estos elementos los exponen a ambientes de alto riesgo, pues pueden convertirse en el blanco de abusadores, ser objeto de trata, verse reclutados por pandillas, sufrir problemas físicos o mentales, entre otros, cancelando sus derechos a la salud, a la educación, a una vivienda digna, y a su desarrollo integral.
El abandono infantil tiene que abordarse desde una visión multidimensional que incluya aspectos sociales, económicos, culturales y afectivos; así como enfoques de prevención y atención, que permitan construir resiliencia para superarlo.
En nuestro país existen fundaciones que se dedican a solventar las carencias de quienes están en ese supuesto, como es el caso de la asociación M.F.U., enfocada a implementar programas para revertir su vulnerabilidad, fomentando sus aptitudes para afrontar las adversidades de la vida, además de impulsar sus capacidades y progreso.
Su directora Marianna Franco implementa un sistema llamado “Rueda”, en donde cada rayo representa una herramienta a trabajar, por ejemplo, la moralidad, la independencia, la decisión, la creatividad, el sentido del humor, la confianza y la identidad, analizando el estado que guarda cada uno de ellos.
Ante el planteamiento de este proyecto, es fácil hacer alusión a lo que sostenía el matemático griego Arquímedes “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, lo que nos recuerda que todos necesitamos un cimiento sólido al cual aferrarnos para vencer cualquier obstáculo.
Por lo antes referido, en el marco del Día Internacional de la Niñez, que tiene lugar el 30 de abril, así como del relativo a aquella que vive en la calle, que es el 12 de este mes, dejemos de normalizar sus privaciones y, por el contrario, encontremos la manera de apoyar a su crecimiento.
Fuente: heraldodemexico.com.mx